El Fondo de Reserva Emocional para el bienestar familiar

¿Eres madre, padre, abuela, abuelo, profe? Igual te interesa este artículo.

En mis clases de la asignatura de Familia y Acompañamiento Educativo, en el Master de Acompañamiento Educativo de UNIR, hablo de lo que yo denomino Fondo de Reserva Emocional. Te cuento.

Utilizo esta metáfora. Del mismo modo que un fondo de pensiones te permite ir acumulando capital para un futuro incierto, el Fondo de Reserva Emocional para el bienestar familiar consiste en hacer aportaciones para cuando vengan las ‘vacas flacas’, o los momentos difíciles por los que todos pasamos. ¿Qué tipo de aportaciones? Todas las que creen memorias.

Un buen Fondo de Reserva Emocional nos va a permitir disfrutar hoy y superar mejor los momentos en los que asome una crisis de falta de comunicación, que pueden darse siempre, pero que suelen emerger en la adolescencia. Te voy a contar un caso real que he compartido con docentes, con tutores, con compañeras y compañeros orientadores. Quizá si alguna familia lee este texto se verá reflejada, ojalá les haya ayudado. Ojalá te ayude a ti. He utilizado estos recursos cientos de veces, hoy te voy a hablar de Laura.

Laura vino a hablar conmigo, yo era su orientadora. Recuerdo esa mañana lluviosa de otoño porque al mirarla pensé, «como el día estamos las dos». Su tutora, siempre observadora, me había comentado que las cosas en casa estaban regular. Había discusiones continuas, enfrentamientos que habían llegado a la agresión verbal y casi a la violencia física.

«¿Qué tal en casa, Laura?», fue mi primera pregunta después de los saludos y de comentarios triviales para crear un clima distendido. Laura resopla y empieza a referirse a sus padres como ‘lo peor’. «¿Lo peor? ¡Ya será menos!», le digo.

Para que un adolescente hable, no le contradigas. Solo escucha, porque no podrás comprender si no escuchas y tu interlocutor no hablará si no se siente escuchado.

Y entonces Laura empieza una retahíla interminable de reproches sobre sus ‘horrorosos’ padres.  «Son los más controladores, mucho más que los del resto de los amigos, siempre me controlan, nada de lo que hago les gusta, mis amigos les parecen horribles, me interrogan todo el tiempo, aunque no te creas… en realidad solo quieren saber a dónde voy porque luego no me hacen ni caso porque se quejan de que siempre estoy con el móvil y ellos no levantan la cabeza de la pantalla. No les importo, siempre a lo suyo, siempre mirando su móvil y luego dicen que soy yo la que estoy enganchada a los videojuegos. Y encima me amenazan, que si te vas a quedar sin móvil, que si no vas a salir… No los aguanto», me responde agolpando sus palabras .

Yo la escucho con atención, sin reafirmar sus ideas, pero sí mostrando que me importa lo que me dice. Y ella, como se sabe escuchada, sigue enumerando agravios siempre desde su ‘único, objetivo y veraz punto de vista’. Porque así perciben la realidad los adolescentes, la vida la ven desde su mirada y desde la mirada de sus amigos, no desde la nuestra.

Laura está harta, rabiosa, asqueada.

La opinión de los padres es equivalente. Tristes a veces, muy irritados otras. Los de Laura, y los de otros muchos, me relatan lo hartos que están de sus insolencias, de que no valoren nada de lo que hacen por ellos, de que colaboren tan poco en casa, de que solo quieran derechos y ninguna obligación. De que les hablen mal o solo empleen monosílabos. De su chulería, de su arrogancia, de su falta de empatía.

¿Te suena? Naturalmente yo no tengo una varita mágica para resolver estas situaciones, pero mi experiencia con adolescentes y sus familias, y las lecturas y la formación, me han enseñado algunas cosas que paso a comentarte.

La primera regla, la más importante en todos los casos para mejorar el bienestar emocional, ¿cuál dirías que es? Si has pensado que es la escucha activa, estás en lo cierto.

Ahora vamos a aplicarla a este caso en concreto. Espero que te sirvan estas ideas si eres docente, si eres madre o padre y en tu vida cotidiana.

Empieza las conversaciones de forma amable y relajada y trata de escuchar atentamente, sin interrumpir. Cuando interrumpas que sea para aclarar o para mostrar que estás entendiendo.

Veamos primero la conversación con Laura, luego hablaremos de la conversación con la familia.

Has visto que la empezamos de forma distendida, por algo así como «¿Qué tal las cosas en casa?, me ha comentado tu tutora que regular, ¿quieres que hablemos?». Espera sin prisas a que empiece a hablar; pronto, si se siente escuchada, empezará su retahíla de agravios, de rabia, de dolor. Respeta sus silencios sin abrir la boca, solo muestra que estás entendiendo.

Cuando ya hayas dejado tiempo para el desahogo, dile que comprendes su postura, que entiendes lo que siente aunque no lo compartas o lo compartas a medias. Espera por si quiere explayarse todavía más. Si llora, deja que lo haga, las lágrimas alivian.

Entonces ha llegado el momento no de sermonearla, ni de decirle lo mucho que se preocupan sus padres por ella. No. Según mi experiencia eso no sirve nada más que para que te vea ‘en el otro bando’. Ahora es el momento de echar mano del Fondo de Reserva Emocional.

Pregúntale por sus recuerdos positivos con su familia. Y espera su respuesta, porque no suele aparecer enseguida. Seguramente te dirá, por ejemplo, que le gustaba salir en bici. «¿Recuerdas una excursión con tu familia, Laura?», le pregunto. Es importante que reviva momentos concretos y te dé detalles: «¿Era temprano?, ¿adónde fuisteis?, ¿hicisteis paradas?, ¿qué merendasteis?, ¿ibais solos tu padre y tú? ¿Hay algo que recuerdes de ese día?, ¿un olor?, ¿una canción?». Intenta que sus recuerdos afecten a los cinco sentidos. No lo digo yo, lo dice la investigación.

Pregúntale qué más recuerda. «¿A qué jugabais de pequeños?Al parchís, siempre ganaba al parchís, creo que mi madre se dejaba ganar’. ¿Y un día en que os rierais mucho?», le pregunto. «Uff, un día en que mi perro se comió todas las croquetas que había hecho mi abuela y a mi madre le dio un ataque de risa de nerviosa que se puso», me contesta y ya sonríe a veces. Y también me recuerda ese disfraz de van Gogh precioso que le hizo su padre y los vídeos de YouTube que se vio para hacerlo… Y las canciones que cantaban en el coche. Y cuando se quedaba dormida a veces porque ella siempre quería un cuento más, una página más. 

Mientras ella habla, yo anoto, discretamente, para luego completar su relato en mis notas. Presto especial atención a las canciones. «¿Qué canción te gustaba cantar con tus padres?». Y si tengo la suerte de que recuerde alguna, la anoto con un asterisco. Las canciones que nos unen son importantes.

Le pido que piense en eso. Laura se va, con ese recuerdo de los buenos ratos pasados juntos. Y quedamos para otro día, después de que vengan sus padres.

Al poco tiempo llegan los padres de Laura. «¿Qué tal van las cosas en casa?», y hago lo mismo: escuchar. Dejo que hablen, comprendo su dolor, comprendo su enfado, ¡y tanto que lo comprendo!

Ahora es el momento de que preguntes por las cosas buenas de Laura, si son recientes mejor. Poner el foco en las fortalezas es esencial, como nos recuerda a menudo la Psicología Positiva. Y entonces te cuentan ese día que salieron a comprar con ella y con su hermana Andrea «¡Menudo presupuesto hace falta para vestir a las niñas, no sé si llegaremos a final de mes!», recuerda la madre haber dicho agobiada. Y entonces Laura comentó sonriendo «yo estoy bien de ropa, puedo esperar». Esa fue una muestra de generosidad que la familia recuerda a menudo.    

Y yo lo anoto.

Y también anoto ese día en que prepararon una tarta y pusieron sal en vez de azúcar ¡cómo se rieron todos al probarla! También me cuenta cuando Laura aprendió a dar volteretas y se pasaba el día haciendo demostraciones y todos aplaudiendo sus avances. Y cómo le gustaba ganar al Monopoly en esas partidas largas de verano. Y cuando veían juntos David el gnomo. «¿Te acuerdas de la canción?, pregunto». «¡Soy siete veces más fuerte que tú y veloz y siempre estoy de buen humor!», me tararea la madre. Y yo anoto.

Entonces, como he repasado mis notas de la conversación con Laura antes de la llegada de los padres, les recuerdo las salidas en bici, el parchís… Y la canción, intento tararear ‘esa’ canción que Laura recordaba. Y algunos padres lloran, todos se emocionan. Hemos echado mano del Fondo de Reserva Emocional y hemos abierto una rendija. Solo es una rendija pero la agrandaremos juntos. Escuché decir que un túnel hay que abrirlo en las dos direcciones para que se junte y sea un túnel, no dos.

Así que cuando vuelva a hablar con Laura le contaré lo de la ropa de su hermana, lo de la tarta con sal. Y le cantaré David el Gnomo. Y ella también se emocionará porque en el fondo quiere recuperar la relación con sus padres, pero no sabe cómo. 

Ahora ya podemos cavar porque hemos abierto un túnel que pronto se comunicará. ¿Por qué? Porque hay memorias.

Cuando no las hay resulta muy complicado abrir corazones en los muros. Pero si las hay, verás que la piedra de los afectos es porosa y fácil de horadar. Recuerdo una charla TED de Austeja Landsbergiene. Te la dejo en el apartado Para saber más.

En esta charla se habla de la relevancia de crear recuerdos memorables en nuestros hijos. Austeja Landsbergiene es directora de una cadena de escuelas infantiles en Lituana , galardonada por el Presidente de Lituania y el Rey de Suecia por la mejora del sistema educativo de Lituania. Ella dice que la pasión y el conocimiento mejoran la educación y yo estoy completamente de acuerdo.

La profesora Landsbergiene comparte en la charla una experiencia personal. Cuando tenía 7 años subió con sus padres esquiando a una montaña muy alta en Georgia. Cuando estaban en la cima se desató una tormenta y a ella le daba miedo bajar en esas condiciones. Su padre trató de convencerla pero ella se negaba a bajar y no podían quedarse allí. Entonces su padre la colocó entre sus piernas, la tomó de las manos y le pidió que cerrara los ojos porque iban a bajar juntos. Atravesaron juntos la tormenta. Ella recuerda que su padre podría haberla obligado, podía haber hecho que se sintiera cobarde por el miedo que la paralizaba. Pero no lo hizo. Lo que hizo fue escucharla, comprenderla y tratar de darle la seguridad que esa niña de 7 años necesitaba. Y eso es lo que ella recuerda. Entonces en la charla nos lanza esta pregunta, ¿qué clase de memorias quiero dejar en mis hijos? ¿Está nuestra crianza basada en la escucha, en la amabilidad, en la generosidad? Se pregunta, nos pregunta. ¿O a veces se fundamenta en la crítica y en la hostilidad?

En otro post hablé de cómo educar niñas y niños optimistas, resilientes y hablé de los estilos explicativos a los que se refiere Martin Seligman. Es decir, de cómo nos explicamos a nosotros mismos nuestros éxitos o nuestros fracasos y de cómo nos referimos a ellos al hablar con nuestros hijos, con nuestros alumnos.  ¿Buscamos lo que podemos valorar, o enfatizamos en los errores, en su vulnerabilidad?

Suelo evocar esta frase de Maya Angelou «La gente olvidará lo que dijiste y lo que hiciste, pero nunca olvidará cómo les hiciste sentir».

Sustituye ‘gente’ por tu hija, tu hijo, tu alumno. ¿Lo tienes? Pues así es. No nos valorarán por los títulos que tenemos, ni por nuestro éxito profesional. Recordarán los momentos que les hicieron sentirse bien y eso, y solo eso, serán las raíces que sujeten nuestra relación y que permitan que el árbol vuelva a florecer aunque sus ramas parezcan secas. 

Todas las madres, todos los padres, queremos que nuestros hijos sean felices. Pero esa afirmación es demasiado general. ¿Cómo concretarla? Quizá creando ‘momentos inesperados de felicidad’, como dice Landsbergiene y compara la crianza con una maratón. Nadie empieza corriendo 42 kilómetros, empezamos quizá con 500 metros, disfrutando esos momentos. Y nos invita a sonreír más, a abrazar más, a reñir menos, que regañamos y recriminamos demasiado. Nos invita a crear momentos que recuerden, a mostrarles nuestro amor incondicional.

Así que enseña a tus hijos a montar en bici, a reírte de esa tarta que ha salido fatal, lee con ellos y para ellos, juega.

Enseña a pedir disculpas, y a perdonar sin recriminar una y otra vez. Diles con frecuencia lo mucho que los quieres.

Crea memorias, recuerdos entrañables, porque los acompañarán siempre. Son el Fondo de Reserva Emocional.

Para saber más

Blog La mente es maravillosa. La memoria sensorial: el recuerdo de tus sentidos. Disponible en: https://lamenteesmaravillosa.com/la-memoria-sensorial-el-recuerdo-de-tus-sentidos/

Groeger, Lena (2012). ‘Making Sense of the World, Several Senses at a Time’. Scientific American. Disponible en: https://www.scientificamerican.com/article/making-sense-world-sveral-senses-at-time/

Landsbergiene, Austeja (2016). Responsible parenting: Create memories, not expectations. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=A71OktxTPac

Pérez Esteve, Pilar (2022). ¿Podemos educar niñas y niños optimistas? Disponible en: https://pilarperezesteve.es/podemos-educar-ninas-y-ninos-optimistas/

Seligman, Martin E.P. (1999). Niños optimistas. Barcelona: Penguin Random House.

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