Nosotros, los docentes, cambiamos la vida de las personas

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Research consistently shows that teaching is the single most important school-based factor in a student’s academic growth.

CEPR’s research. Harvard University

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He cumplido 30 años en la docencia. Muchos. Intensos como los tuyos. Y en este trayecto, largo y variopinto, cada día me convenzo más de la relevancia de nuestro trabajo. Sí, amigos, nosotros, los profesores, cambiamos la vida de las personas.

En este blog trato de poner un poco de orden a mis pensamientos. Escribir siempre me ha parecido una buena forma de pensar, para, después, poder conversar. Así que empiezo por el principio: Todo empieza por un buen maestro. Es el lema de este estupendo vídeo que nos muestra algunas características de un buen maestro. Las resumiría en cinco.

¿Qué características nos hacen reconocer a un buen docente?

En primer lugar pondría quizá la de saber mirar y escuchar. ¿Preguntamos a nuestros alumnos? ¿Qué les interesa? ¿Qué despierta su curiosidad? ¿Qué mueve sus mentes y sus corazones? Hablamos demasiado. Lo hacemos convencidos de que explicando mucho, e incluso muy bien, nuestros alumnos aprenden. Hace ya demasiado que la investigación es contundente: apenas se aprende escuchando. Pero qué difícil es cambiar algo que llevamos haciendo toda la vida, desde que nosotros nos sentábamos en un pupitre mirando a la pizarra. Ya es hora de cambiar, y hacerlo no es una opción es un derecho de nuestros alumnos.

La segunda es la de confiar, tener altas expectativas en todos nuestros alumnos. A lo largo de estos años he podido constatar en montones de ocasiones que si le dices a un alumno que puede, tienes muchas posibilidades de que pueda. La semana pasada, sin ir más lejos, todos los profesores se sorprendieron de los resultados de Raúl que acumula una historia de fracasos y de desánimo. Le enseñé muy seria unas ”pruebas” que “constataban” que es un chico listo. Él se lo creyó y sus padres también. ¿Sirven para algo estas pruebas? Pues al menos para eso, que no es poco. ¿Y si los resultados son otros? Pues no hace falta que me refiera al conocidísimo efecto Pigmalión, y a la investigación de Rosenthal y Jacobson. Otro día hablaremos de los Pigmaliones de mi instituto.

La tercera es nuestra sonrisa y nuestro sentido del humor. Si te gusta estar con tus alumnos, ellos lo notan y la química fluye. Es una perogrullada que vale para tus hijos, tu pareja, tus amigos e incluso para tus colegas. Pero es realmente importante porque nuestro bienestar es también su bienestar. La consideración del trabajo docente como una “profesión moral” (Marchesi, 2007).

La cuarta es nuestra curiosidad y nuestro bagaje personal. ¿Vas al cine? ¿Qué lees? ¿Qué escuchas? Un buen profesor ha de ser una persona culta, o al menos ha de querer serlo. Y hemos de estudiar para conocer los avances en nuestra profesión, ¿qué dice la investigación educativa de cómo se aprende? ¿Qué aprender? ¿Cabe todo? ¿Qué prácticas son exitosas? Nuestra intuición y nuestra experiencia son relevantes pero del todo insuficientes. ¿A alguien se le trata de un cáncer como hace 30 años? ¿O se monta una instalación eléctrica como en el s XIX?

Repito con frecuencia la cita de Neus Sanmartí cuando relata que el Premio Nobel de Física Isidore Rabí atribuía a su madre su afán por aprender. Contaba el Nobel que al salir de la escuela todas las otras madres de Brooklyn preguntaban a sus hijos: “¿Qué habéis aprendido hoy?”. En cambio su madre decía “Izzy, ¿te has planteado hoy alguna buena pregunta?”

Y la quinta es la buena compañía. No podemos ser llaneras o llaneros solitarios. Es cierto que entre lo deseable y lo posible hay un camino, a veces demasiado largo. Un camino que inexcusablemente hemos de recorrer con otros. Sumando. El trabajo en equipo es esencial. Ya lo decía Wilson, por muy buen docente que seas no puedes ejercer en solitario. Este es un trabajo coral, como todos los proyectos que merecen la pena. Necesitamos caminar con nuestros colegas, implicar a las familias. Paso a paso. Naturalmente no hay una única forma de conseguir una educación de calidad, ni un camino único. Se equivocan quienes así lo imponen, creando protocolos únicos como si existiera “la verdad”. Prefiero a quienes proponen tareas quizá menos ambiciosas pero más corales, experiencias que se enriquecen y crecen como la Semana de los Proyectos, en la que todos caben. Propuestas que avanzan sumando y que permiten diferentes niveles de ejecución, tareas que se ajustan a nuestras singularidades, porque todos no usamos la talla 38 ni la 46.

Escuchar, confiar, sonreír, preguntarte, y recorrer el camino en buena compañía.

Referencias:

    • Vídeo que inicia una campaña realizada por el Lärarförbundet, Unión de Profesores de Suecia, para poner en valor el papel de un buen maestro. Su título “Todo empieza con un buen maestro” no puede ser más elocuente.

  • Alvaro Marchesi (2007). Sobre el bienestar de los docentes: competencias, emociones y valores. Madrid: Alianza Editorial.
  • Robert Rosenthal, Lenore Jacobson: Pygmalion in the Classroom.
  • Neus Sanmartí. Leer para aprender Ciencias. En www.leer.es
  • Wilson, J. (1992). Cómo valorar la calidad de la enseñanza. Madrid: Ediciones Paidós Ibérica.